miércoles, 12 de diciembre de 2012

El Belén

La tradición del belén procede de la edad media italiana y sus orígenes podrían remitirnos a los autos sacramentales, pequeñas obras de teatro populares basadas en pasajes bíblicos qué se hacían durante las fiestas religiosas y cuyo fin era acercar las sagradas escrituras al pueblo.
Según la leyenda, el primer belén data de 1223 y fue realizado por el mismo San Fracisco de Assis para conmemorar la Nochebuena en la ermita de Greccio. Real o no esta leyenda, el belén se convertirá en un instrumento evangelizador característico de las órdenes franciscanas, muy en consonancia con su carácter cercano y popular, alejado de las decadentes pompas del alto clero.
La tradición belenista llegará a nuestro país en el siglo XVIII de mano del rey de Nápoles y futuro rey de España Carlos III, con una gran acogida convirtiendo de ese modo a España en uno de los países belenistas por excelencia en la actualidad. Además a causa de la expulsión de los jesuitas y su sustitución en América por misiones franciscanas, será responsable también de su difusión en el nuevo continente, dónde se creará una rica tradición belenista propia, a menudo combinada con elementos locales indígenas lo qué la hace única.
También por esas fechas llegará la tradición a Portugal aunque tendrá que lidiar con la persecución de los protestantes anglicanos allí asentados.
Añadiremos entonces aquí, una jocosa figura local (característica de Cataluña, aunque no exclusivamente): el célebre caganer o cagón que representa a un campesino con los pantalones bajados apunto de hacer sus necesidades, considerado un emblema de buena suerte y propiciador de buenas cosechas, pues con dicho acto no hace otra cosa que abonar el suelo para que los vegetales nazcan buenos y abundantes.
Hoy día esta tradición tan nuestra se ve amenazada por la penetración de diversas tradiciones foráneas o directamente por el absurdo laicismo del discurso imperante, de este modo, no podemos más que desde aquí comunicar nuestro incondicional apoyo a las diversas asociaciones de belenistas y particulares que todos los años y por estas fechas invierten tiempo y dinero para que esta bella costumbre no se pierda.

La tradición del belén procede de la edad media italiana y sus orígenes podrían remitirnos a los autos sacramentales, pequeñas obras de teatro populares basadas en pasajes bíblicos qué se hacían durante las fiestas religiosas y cuyo fin era acercar las sagradas escrituras al pueblo.
Según la leyenda, el primer belén data de 1223 y fue realizado por el mismo San Fracisco de Assis para conmemorar la Nochebuena en la ermita de Greccio. Real o no esta leyenda, el belén se convertirá en un instrumento evangelizador característico de las órdenes franciscanas, muy en consonancia con su carácter cercano y popular, alejado de las decadentes pompas del alto clero.
La tradición belenista llegará a nuestro país en el siglo XVIII de mano del rey de Nápoles y futuro rey de España Carlos III, con una gran acogida convirtiendo de ese modo a España en uno de los países belenistas por excelencia en la actualidad. Además a causa de la expulsión de los jesuitas y su sustitución en América por misiones franciscanas, será responsable también de su difusión en el nuevo continente, dónde se creará una rica tradición belenista propia, a menudo combinada con elementos locales indígenas lo qué la hace única.
También por esas fechas llegará la tradición a Portugal aunque tendrá que lidiar con la persecución de los protestantes anglicanos allí asentados.
Añadiremos entonces aquí, una jocosa figura local (característica de Cataluña, aunque no exclusivamente): el célebre caganer o cagón que representa a un campesino con los pantalones bajados apunto de hacer sus necesidades, considerado un emblema de buena suerte y propiciador de buenas cosechas, pues con dicho acto no hace otra cosa que abonar el suelo para que los vegetales nazcan buenos y abundantes.
Hoy día esta tradición tan nuestra se ve amenazada por la penetración de diversas tradiciones foráneas o directamente por el absurdo laicismo del discurso imperante, de este modo, no podemos más que desde aquí comunicar nuestro incondicional apoyo a las diversas asociaciones de belenistas y particulares que todos los años y por estas fechas invierten tiempo y dinero para que esta bella costumbre no se pierda.