No es para nadie un secreto que el candidato presidencial de Rusia, “el hombre de mirada de hielo”, se formó en el ámbito de los servicios secretos de la URSS.
Esto no significa que haya sido un comunista; para comprender esto hay que entender que dentro de la URSS hubo muchos funcionarios y militares nacionalistas que, por supuesto, actuaron en secreto. El comunismo cayó en Rusia porque los rusos estaban hartos de él, y el hecho es que el nacionalista Putin fue participe activo de la caída del mismo. Pero el costo de la caída del comunismo en Rusia fue la caída del armado geopolítico de la URSS, lo cual, usando palabras de Putin, fue un desastre no solo para Rusia, sino también para el mundo.
Tras la desaparición de la URSS, en la década del ‘90, la administración Boris Yeltsin desmanteló por completo al ex estado soviético para ponerlo en manos de la mafia interna (la "nueva oligarquía" sionista) aliada a las transnacionales y la banca mundial, con terminales en Europa y EEUU, que intentaban integrar a Rusia y a las ex repúblicas socialistas al "gran mercado capitalista". Severamente disminuida en sus capacidades militares y económicas, y perdidas buena parte de las áreas de influencia que en su momento detentó la URSS, los nuevos líderes e ideólogos nacionalistas rusos, con Putin a la cabeza, apostaron a la estrategia y la táctica como armas para redefinir su futuro (no en balde Rusia es la sociedad ajedrecística por excelencia en el mundo).
El gobierno de Yeltsin, con Putin de primer ministro, consolidó las reformas que como gravísimo daño colateral permitieron el avance hacia el poder de los oligarcas entre los cuales brillaban con luz propia Boris Berezovksy y Mijaíl Jodorkovski (dueño de la petrolera rusa Yukos, hoy encarcelado, y que aspiraba a la presidencia). Ambos eran señalados como cabezas emblemáticas de lo que se conocía como el "lobby sionista" de la Rusia post-soviética. Luego de asumir como presidente interino por la enfermedad de Yeltsin, Putin (con su entorno conocido como la "camarilla de la KGB") inició una purga feroz contra el "lobby sionista" de los oligarcas que se profundizó cuando llegó a la presidencia de Rusia por elecciones, convertido en el nuevo "líder fuerte" del país.
Una vez que Putin, quien es cristiano ortodoxo y exhibe con orgullo un crucifijo de oro en su pecho, (y tras ejercer el gobierno interino por enfermedad de Yeltsin) asumiera la presidencia en el 2000, restauró la burocracia soviética convertida esta vez al nacionalismo ruso, con un fuerte control sobre las FF.AA. y el aparato de seguridad y con la hipótesis de "guerra contra el terrorismo checheno" infiltrado por la CIA.
Desde esa posición de poder, Putin y su grupo iniciaron una persecución contra el poder de los oligarcas sionistas, en primer lugar contra los dos multimillonarios Berezovksy y Jodorkovski, hoy exiliado en Londres uno, preso el otro, acusado de evasión y fraude contra el Estado. Desde allí Putin inició la purga y la cacería de los sionistas pro-Washington, cuyas representaciones más emblemáticas eran los mencionados oligarcas potentados. Berezovksy y Mijaíl Jodorkovski (de conexión directa con Jacob Rothschild, cabeza del sionismo mundial) el dueño de Yukos, el gigante petrolero luego comprado y nacionalizado por el gobierno ruso (siendo Putin presidente) en el 2004.
El arresto de Jodorkovski sacudió al mundo financiero de Europa y de Wall Street, y el sionismo mediático lanzó una ofensiva internacional para conseguir su liberación.
Jodorkovski, según la prensa británica, habría solicitado apoyo a un grupo neoconservador de EE.UU. conectado con el lobby judío que controla la Casa Blanca.
Roman Abramovich y Boris Berezovsky, se exiliaron en Reino Unido luego de trasladar parte de sus fortunas a Londres.
Luego de acceder al poder con Yeltsin, Putin y el grupo nacionalista de la ex burocracia soviética refugiada en la KGB atacaron los dos frentes operativos de los oligarcas sionistas para apoderarse de Rusia: 1) La oligarquía y el lobby sionista ruso con terminal en el lobby judío de Washington y Wall Street que, infiltrada en el gobierno de Yeltsin, propiciaba la sociedad de consumo y el "libre mercado" para apoderarse de la economía rusa tras la caída de la URSS; 2) La guerrilla fundamentalista chechena infiltrada por la CIA que había colaborado con la maffia rusa y los oligarcas para desestabilizar y derrocar al régimen soviético, y que ya actuaba para el sionismo ruso con terminal en Washington-Wall Street. Una vez que Putin y los nacionalistas rusos expulsaron del gobierno a los oligarcas, el lobby sionista europeo-estadounidense (que fracasó en su proyecto de controlar el mercado y el sistema económico productivo ruso con un modelo capitalista trasnacional con terminal en Washington y Wall Street), operó en tres frentes para derrocarlo; 3) las "revoluciones naranja" que buscaban controlar los gobiernos, el mercado y el sistema económico-productivo de las ex repúblicas soviéticas integrándolas al modelo capitalista trasnacional con terminal en Washington y Wall Street.; 4) La maffia (armas y drogas) y el "terrorismo checheno" controlados por la CIA que buscaban desestabilizar el espacio postsoviético creando las condiciones para el ingreso de gobiernos títeres de Washington y el lobby sionista.; y, finalmente, 5) La inclusión en la OTAN (y en la Unión Europea) de las ex repúblicas soviéticas del Pacto de Varsovia para trazar un cerco militar alrededor de Rusia.
La estrategia "otansista" del lobby EE.UU. - Unión Europea intentaba aislar a Rusia por medio del establecimiento de un cordón de repúblicas ex soviéticas con gobiernos pronorteamericanos y sumisos a Europa alrededor del cuello económico de ésta (petróleo y gas).
Las redes de la droga y el tráfico de armas infiltradas por la CIA y los servicios secretos rusos, así como las disputas estratégicas entre Rusia y el eje EE.UU. - Unión Europea por áreas de influencia, son factores esenciales que cuentan en las "revueltas populares" que hasta ahora -salvo Uzbekistán y Bielorrusia- han terminado con gobiernos pro Washington en la región. Las protestas y los movimientos de caos planificado y de desestabilización callejeros (Georgia, Ucrania y Kirguistán) fueron organizados por las ONG financiadas y dirigidas por Londres utilizando las redes económicas de la CIA canalizadas a través de la USAID, según informes de la inteligencia rusa expuestos en el parlamento moscovita. Todas las "revoluciones de terciopelo" en aquella región sirvieron a los intereses financieros globales de Washington -representados por la Open Society de George Soros y la Fundación Nacional para la Democracia (NED) cuyos fondos provienen de la Agencia Internacional para el Desarrollo (USAID)- para fracturar y desmembrar las fronteras nacionales de sus más importantes rivales geoestratégicos: China, Rusia e India.
En opinión de expertos rusos las llamadas "revoluciones de terciopelo" de Georgia, Kirguistán y Ucrania no fueron tales sino movimientos golpistas "democráticos" orientados a sustituir gobiernos fieles a Moscú por otros que respondieran a los intereses de Washington.
La administración de Putin concretó una serie de acuerdos que le aseguran que la producción de petróleo y gas de las repúblicas centroasiáticas (Kazajastán, Uzbekistán, Turkmenistán) seguirán utilizando los oleoductos rusos para exportar su petróleo y gas hacia Europa, y en el caso de Kazajastán, el transporte de petróleo ruso hacia China a través del oleoducto Atasu-Alashankov, recientemente inaugurado (dando así conformación petrolera a lo que el genial estratega alemán, Karl Haushofer, denominaba Eurasia). Los acuerdos comerciales con Teherán, el apoyo técnico al desarrollo de la industria nuclear iraní, y su condición de principal proveedor de armas a las fuerzas armadas del país islámico, convierten a la Rusia de Putin en un instrumento clave de resolución del conflicto nuclear planteado entre Irán y el lobby sionista EE.UU.-Unión Europea. Irán, que tiene a Rusia como principal referente de poder frente al sionismo USA-Europa, es una pieza clave para el dominio y control de la estratégica y vital región del Golfo Pérsico.
La gran nación persa posee fronteras con dos de los vértices del triángulo petrolero (Mar Caspio, Golfo Pérsico, estrecho de Ormuz) y resulta ideal para el tendido de uno o más oleoductos que lleven el petróleo y gas ruso, y de otras ex repúblicas soviéticas del Asia Central (Tayikistán, Uzbekistán, Kazajstán y Turkmenistán), hasta puertos del Golfo Pérsico y desde allí hasta los mercados petroleros del Asia oriental. De ahí también, que para Putin la relación con Irán adquiere importancia geopolítica y militar clave en su tablero de construcción de poder con el petróleo como herramienta fundamental. Por ésto la asociación estratégica Rusia-Irán y el "efecto musulmán" son las dos cartas estratégicas fundamentales que los halcones norteamericanos e israelíes deberán evaluar antes de lanzar los misiles contra las instalaciones nucleares de Teherán.
La estrategia de Putin se sitúa en las antípodas del ideólogo sionista: Rusia, con el petróleo como arma estratégica de poder, junta a los bárbaros del "eje del mal" contra el imperio hegemónico anglo-norteamericano-sionista. En resumen, una lucha entre la consolidación de la Eurasia de la que hablaba Haushofer por parte de Rusia, y el de su destrucción por parte del imperio mundial atlantista.
Fuente: http://ecosaltanacionalypopular.blogspot.com.es/2012/02/vladimir-putin-el-mas-peligroso-enemigo.html