viernes, 22 de febrero de 2013

Capitalismo

“Para su realización, capitalismo y tecnicismo necesitaban sin embargo, de la temeridad típica del individuo independiente. Pero la afirmación del capitalismo monopolista acabó desembocando en un mal: el capitalismo se había transformado en algo para lo cual bastaba un pequeño número de hombres verdaderamente libres en grado de prosperar, mientras que los restantes millones de semejantes eran reducidos a un nivel de esclavitud representado por la absoluta dependencia del salio. La antigüedad, ciertamente, había conocido insuperables barreras entre los ciudadanos libres y los esclavos y había asimilado también una especie de diferencia cualitativa entre las dos clases, en base a la cual, sólo el hombre libre era verdadero hombre, mientras que el esclavo era, a la inversa, asimilado a los animales, sin ningún tipo de derecho natural o positivo. El capitalismo de los monopolios avanzaba hacia una situación no del todo dísmil; esto es, hacia una separación. En tal estado, en efecto, sólo los señores de los cárteles monopolistas, de los sindicatos de control de las grandes empresas y de los trusts son realmente hombres, y sólo a ellos corresponde una libertad de autodeterminación; el resto de los hombres no son sino entidades proletarias, son los otros, sustancia base con rango más afín a la bestia que al hombre. Todo nació con una tendencia exagerada hacia la riqueza. La masa de los hombres se vio transformada en mera fuerza de trabajo y perdió sus derechos personales y de libertad, mientras un pequeño grupo de monopolistas vino a formar una nueva aristocracia autorizada para todo y para la cual nada era inaccesible.”
Ernst Niekisch
“Para su realización, capitalismo y tecnicismo necesitaban sin embargo, de la temeridad típica del individuo independiente. Pero la afirmación del capitalismo monopolista acabó desembocando en un mal: el capitalismo se había transformado en algo para lo cual bastaba un pequeño número de hombres verdaderamente libres en grado de prosperar, mientras que los restantes millones de semejantes eran reducidos a un nivel de esclavitud representado por la absoluta dependencia del salio. La antigüedad, ciertamente, había conocido insuperables barreras entre los ciudadanos libres y los esclavos y había asimilado también una especie de diferencia cualitativa entre las dos clases, en base a la cual, sólo el hombre libre era verdadero hombre, mientras que el esclavo era, a la inversa, asimilado a los animales, sin ningún tipo de derecho natural o positivo. El capitalismo de los monopolios avanzaba hacia una situación no del todo dísmil; esto es, hacia una separación. En tal estado, en efecto, sólo los señores de los cárteles monopolistas, de los sindicatos de control de las grandes empresas y de los trusts son realmente hombres, y sólo a ellos corresponde una libertad de autodeterminación; el resto de los hombres no son sino entidades proletarias, son los otros, sustancia base con rango más afín a la bestia que al hombre. Todo nació con una tendencia exagerada hacia la riqueza. La masa de los hombres se vio transformada en mera fuerza de trabajo y perdió sus derechos personales y de libertad, mientras un pequeño grupo de monopolistas vino a formar una nueva aristocracia autorizada para todo y para la cual nada era inaccesible.”
Ernst Niekisch