Alrededor del 11-S, los nacionalistas han
construido una gran mentira, un mito. Muchas personas no celebramos la Diada ya
que no queremos ayudar con nuestra participación a perpetuar una vulgar
mentira.
La verdadera historia del 11 de septiembre
Los catalanes que
intentamos mantener la dignidad y la honradez intelectual, los que creemos que
la nación es un conjunto de leyes que nos iguala a todos en derechos y deberes,
los que no estamos dispuestos a inventarnos el pasado, también conmemoramos el
11 de septiembre. Pero por distintos motivos.
Conmemoramos que el 11 de
septiembre de 1714:
- Los catalanes se levantaron en armas en nombre de España para defender la libertad de todos los españoles.
- No hubo enfrentamiento entre regiones.
- No hubo el menor asomo de cantonalismo, ni intento de segregación de ningún género.
- Ningún ejército español (o castellano) tomó Barcelona.
- Los vencedores no intentaron destruir una supuesta “identidad nacional catalana”.
- No se prohibió la lengua catalana.
- No despertó la menor reacción “nacional” catalana como respuesta a una inexistente agresión españolista.
- Supuso el fin de una estructura estatal arcaica y el inicio del despegue económico de Cataluña.
- No convirtió en mártir a nadie.
Los catalanes se
levantaron en armas en nombre de España
Los habitantes de algunas
ciudades catalanas se levantaron en armas contra una oligarquía comercial
barcelonesa que imponía sus intereses y en nombre de la libertad de España y de
todos los españoles. Ferrán Soldevila, historiador nacionalista catalán:
“Hasta el último momento de la lucha los objetivos habían sido los que se hacían constar en el documento dirigido al pueblo: salvar la libertad del Principado y de toda España; evitar la esclavitud que espera a los catalanes y al resto de españoles bajo el dominio francés; derramar la sangre gloriosamente por su rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España” (F. Soldevila, Moments crucials de la Història de Catalunya).
¿Por qué los nacionalistas de hoy han tergiversado
los hechos que los nacionalistas de ayer reconocían como ciertos? ¿Por qué
historiadores radicalmente nacionalistas como Soldevila coinciden en su
explicación de los hechos de 1714 con historiadores no nacionalistas, mientras
hoy difieren totalmente e inventan unos hechos que no sucedieron?
No hubo
enfrentamiento entre regiones
Al revés de lo que inventan hoy los
nacionalistas, la guerra de Secesión no supuso el enfrentamiento entre Cataluña-
Austria y España (o Castilla)-Francia. Ciudades y comarcas pertenecientes al
antiguo reino de Aragón como Castellón, Alicante, el valle de Arán, el interior
de las provincias de Barcelona y Valencia, Calatayud o Tarazona, fueron
partidarias de Felipe V, el rey Borbón. Y lugares como Madrid, Alcalá o Toledo
se declararon fieles al aspirante austriaco, el archiduque Carlos. El
enfrentamiento interterritorial de 1714 es otra patraña más inventada por el
nacionalismo para negar el carácter de guerra civil que tuvo aquella sucesión al
trono.
Ningún ejército español tomó Barcelona
Las fuerzas que
integraban el ejército de Felipe V estaban formadas por soldados procedentes de
varias regiones españolas y aun de países europeos. De él formaban parte varios
miles de soldados nacidos en Cataluña. En cuanto al bando supuestamente catalán,
los soldados que se enfrentaron a Felipe V y fueron derrotados el 11 de
septiembre de 1714 estaban mandados por un general, Antonio de Villarroel, que
en su última arenga recordó a las fuerzas bajo sus órdenes que estaban luchando
“por nosotros y por toda la nación española”.
Los vencedores no
destruyeron la identidad nacional de nadie
El fin del arcaico
sistema foral que había estado vigente hasta 1714 fue abolido sin que en tal
medida existiera la menor voluntad de acabar con una “identidad nacional” que
solo se inventaría doscientos años después con personajes como Prat de la Riba.
Es otra muestra más de supina ignorancia histórica, cuando no de mala fe y de
manipulación, sostener que semejantes argumentos podían encajar en la mentalidad
y las estructuras políticas y jurídicas del siglo XVIII.
Felipe V juró en
1702 fidelidad a las leyes de Cataluña, cosa que no siempre habían hecho sus
predecesores. Pero los sublevados de 1714 cometieron un delito de lesa majestad.
Habían traicionado su juramento de fidelidad y eran culpables del peor de los
pecados políticos de la época. No hay aquí relación jurídica entre estados (solo
existía uno) sino una traición a la lealtad debida expresada a través de
compromisos personales y colectivos con la dinastía. De modo que los privilegios
de las zonas derrotadas fueron abolidos como castigo a la traición dinástica, en
modo alguno como procedimiento para destruir una nación que no
existía.
Nadie persiguió la lengua catalana
Los decretos
de Nueva Planta, a través de los cuales se articuló el Estado adaptándolo a los
mismos criterios modernizadores que se estaban aplicando en otros países y que
se consideraban esenciales para organizar con mayor eficacia el único país que
existía, es decir, España, en ningún momento prohibieron el uso de la lengua
catalana. Los nacionalistas no pueden mencionar ni una sola línea de aquel texto
en que se prohiba el uso del catalán. Por la sencilla razón de que no era esa la
intención de los decretos. Además el catalán no se utilizaba en la documentación
administrativa, jurídica, etc., de las instituciones catalanas. La lengua de la
administración, en Cataluña como en toda España, era el latín. Mal podía pues
prohibirse el catalán.
Lo único que legislan en este sentido los decretos de
Nueva Planta es que los documentos de la Audiencia de Barcelona debían abandonar
el latín para usar el castellano. Y esa norma se adoptó en toda España. Se puede
argumentar que fue una medida injusta. Pero eso también será falsear la realidad
porque supone juzgar con criterios actuales los códigos que regían hace 300
años.
No hubo una reacción “nacional” catalana porque no hubo
agresión españolista
Tras el 11 de septiembre de 1714 nadie en
Cataluña lamentó los hechos en el sentido en que se plantea hoy. No hubo una
reacción de carácter nacionalista, catalanista, frente a la toma de Barcelona.
No existe un solo documento, del tipo que sea, que recoja la queja de un pueblo
agredido, de una nación vejada y sometida, o la lamentación por la supuesta
prohibición del catalán. Resulta un poco extraño.
Si 1714 fue una derrota de
la “nación” catalana frente a España, ¿por qué ningún contemporáneo lo proclama?
¿Tal vez el miedo, la represión? Pero tampoco lo proclaman los hijos de los
derrotados. Ni sus nietos. Durante 150 años nadie se queja del episodio del 11
de septiembre. De hecho no existe la menor protesta hasta que llegan los
inventores del nacionalismo, a finales del siglo XIX. La fiesta del 11 de
septiembre no se establece hasta 1901, es decir, cuando cuatro extraviados que
defienden los intereses económicos de las clases dirigentes catalanas se han
inventado ya lo de que Cataluña es una nación. ¿Dos siglos sin sentirse
agraviados como nación? ¿No será que no hubo agresión nacional?
1714
supuso el despegue económico de Cataluña
Con el desmantelamiento de
los últimos residuos feudalizantes de la arcaica sociedad española de la época
gracias a leyes importadas de Europa como los decretos de Nueva Planta, la
economía catalana quedó lista para iniciar su despegue y pudo convertir el
Principado en la región más próspera de España. Las medidas políticas del rey
Borbón sentaron las bases del desarrollo económico catalán de los siglos XVIII y
XIX. Sin el fin de los arcaicos privilegios de la monarquía austriaca tanto en
Cataluña, como en el País Vasco, como en el resto del país, España hubiera
permanecido anclada quién sabe cuánto tiempo más en el pasado.
No
hubo mártires en 1714
La represión que siguió a la toma de Barcelona
fue del mismo tipo y alcanzó la misma intensidad que la desatada en cualquier
otro episodio de guerra civil, con independencia de la región que lo viviera. La
brutalidad de las represalias resulta espantosa contemplada desde nuestro actual
punto de vista, pero no fue más sanguinaria por estar dirigida a los sublevados
de Barcelona.
Ni siquiera su supuesto líder, Rafael Casanova, se comportó
como el héroe y mártir que hoy nos presenta el nacionalismo. Casanova, que no
quería resistir frente al ejército de Felipe V sino negociar la entrada de las
tropas en la ciudad, no mostró el menor ardor patriótico y falsificó el
certificado de su propia defunción para huir de la ciudad disfrazado de fraile.
Se instaló a pocos kilómetros, en Sant Boi de Llobregat, y ejerció
tranquilamente su profesión de abogado. No perdió ninguno de sus bienes y a los
pocos años fue perdonado públicamente por el rey Felipe V.
Este es el héroe
de la sin igual resistencia frente al ejército invasor castellano que acabó con
la independencia de Cataluña el 11 de septiembre, en 1714. Esta es la historia
que se han inventado los nacionalistas que hoy se reúnen en Barcelona para
conmemorar una patraña de este calibre.
Pues bien, los catalanes que no hemos
perdido la dignidad también conmemoramos el 11 de septiembre. Celebramos que
todo lo que nos contaron era mentira. Nos regocijamos al comprobar que nos hemos
podido librar de la losa del pensamiento único nacionalista, falsificador y
mentiroso, para descubrir que los hechos que de verdad sucedieron tenían que ver
con los intereses económicos de la oligarquía comercial de la época y no con los
intereses de la mayoría de la población, mucho menos con una suerte de guerra
interterritorial.
Fuente: Ronda Resiste