La conducta que naturalmente queremos
para nosotros y para nuestras hermanas y hermanos (ya que para ellos
queremos lo mejor) va en abierta oposición -como ya se ha querido
señalar- a lo que el Gobierno de turno les depara, sea cual fuere la
tendencia que tenga.
Nosotros
buscamos la elevación del espíritu: el ser personas correctas y
gentiles, el de salir adelante y triunfar en la vida. Ellos entre otras
cosas el clientelismo político, el tráfico de drogas, las zonas
liberadas y la inestabilidad a niveles soportables. Es por eso que
aquellos hombres y mujeres que todavía hoy tienen una fuerte moralidad
son los nuevos peligrosos, de lo cual surgue claramente (aunque suene a
frase trillada) que no bajar los brazos ante el influjo de la decadencia
es para los que tienen el poder como portar un fusil, y decir cosas
distintas a las que dicen ellos como disparar.
Vale aclarar, si es necesario,
que el problema de la ausencia de moralismos entre los contemporáneos es
un problema del no emparentarse con el puritanismo o el reproche
autoritario. Y que de la misma manera en que el paternalismo moral
importa una sanción, su ausencia total es hoy un mandato o coerción aún
más severa: el de mantener una cierta obscenidad bajo pena de exclusión
social.
Esto significa que en
virtud de la Nueva ética -llevada a nuestras familias por obra y gracia
del Estado, la Prensa, y otros intelectuales bajo el control del dinero
internacional - la norma fundamental es la transgresión del tabú, de
los valores y de la Tradición, con lo que la cultura popular ha
derivado en aquello que en otra época sería tildado de anti-cultura,
principalmente en cuanto a la glorificación de lo grotesco, la
‘sexualización’ de todo ocio rozando la pornografía, y la imposición del
materialismo como estilo de vida.
En este sentido resulta
claro que los desastres y la corrupción del sistema capitalista burgués
hace que muchos jóvenes quieran sentir una “rebelión” contra el sistema.
Pero esa rebelión nunca dejará de ser meramente ‘política’ mientras que
en nuestra vida, en nuestro ocio y manera de actuar nuestro espíritu y
consciencia estén libremente impregnados de los anti-valores de aquél
sistema.
Así convenido la necesidad indica otra vez el camino, y
“no bajar los brazos” se presenta como si fuera una doctrina de
profunda rebelión, una rebelión que no debe conducirse contra nuestras
familias, ni contra la propia identidad, ni transgrediendo hasta las
creencias más profundas como su retorcida intención nos dice, sino a su
favor; una doctrina que tiene sus principios elementales en la
memoria de los abuelos y los padres e incluso antes; a los hombres y
mujeres de hoy a los principios elementales les gusta llamarles valores
–aunque a menudo no capten el sentido de sus propias palabras y sean
abusadas luego por políticos- : los valores son las palabras que sí
encierran un significado honorable.
Fuente: Comunidad & Identidad